CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO


Solas ante el abismo por Candela Aguilar

COMENTARIO PREVIO DE OSVALDO BUSCAYA


Candela Aguilar expresa que, [Desde que trabajo con ellos vivo la violencia y sobre todo la violencia machista en mi día a día y es una losa, más bien una muralla tan grande, que necesitaríamos un ejército entero de personas golpeando día y noche para derrumbarla. Me cuesta escribir porque no puedo hablar de situaciones concretas que me han herido en lo más profundo de mi ser, porque muchos de los casos aún se están dirimiendo en la justicia y porque no quiero ni personalizar ni señalar a nadie ya que esto es un problema de todos y todas y por desgracia está en todas partes.]


Pues, deberíamos observar, por tanto, en esta investigación anamnesica la conducta de no aceptar las “opiniones” del patriarca sometiéndolas a un examen crítico, no consintiendo que los varones desvíen nuestra opinión sobre la civilización del varón. Reconocemos, desde luego, la “verdad” de ciertos “pronunciamientos”, que retornan constantemente en las manifestaciones de los varones, tales como el que su estado histórico es una prolongada consecuencia de un mandato machista pretérito; pero, por otro lado, hemos introducido un factor que el varón evita mencionar y sólo a disgusto acepta; su disposición a considerar lo femenino como inferior y despreciable.

Candela Aguilar expresa que, [Y la realidad que nos encontramos es que nuestros niños y niñas crecen en un mundo donde el porno es su única educación sexual y al que acceden incluso antes de saber que es el sexo. Donde las redes sociales son una extensión de la realidad que viven, incluso a veces más importante que la propia realidad y donde nuestros adolescentes aprenden qué es el modelo de hombre y mujer que se espera de ellos, modelos rancios y sexistas donde ellas tienen que ser objeto sexual de consumo y ellos hombres profundamente machistas y misóginos. Ellos controladores y ellas mujeres sumisas, ellos independientes y ellas fervorosas esposas que pueden con todo y siempre están perfectas. Donde la música más consumida habla de las mujeres como objetos y vende nuestro empoderamiento como una forma de liberación sexual que solo favorece al patriarcado.]

Pues, la habilidad del patriarcado en su perverso accionar controlador de los organismos formales, que provoca una especial maquinación donde su discurso de efectiva consistencia, es “desgranado” y lo “tira” desunido para que se haga cargo el feminismo. El patriarcado acciona, ejecuta y crea un ensamble de víctimas y victimarios en un discurso coherente, que luego desensambla y lo tira parcializado al feminismo para el enredo “leguleyo”, con el fin de lograr enfrentamientos contradictorios. El patriarcado no dejará de imponer sus “reglas” y así que no podamos reconocer la peculiaridad ni la selección de elementos emergentes en su compacta ideología, que se adapta a las primaveras democráticas conformando nuevas y útiles unidades como la constitución de elementos comunes intermedios para perfeccionar su poder. Esta finalidad unificadora establece una singular relación entre la perversión irresoluble y ambigüedad sexual del varón, y el contenido de las leyes del parlamento patriarcal.

Candela Aguilar expresa que, [Y yo siempre me pregunto, ¿y ellas qué? ¿Las vamos a dejar solas ante el abismo que tienen delante, desprotegidas? Son niñas que están a medio camino de ser mujeres y la perspectiva que tienen delante no es precisamente halagadora. Solo una auténtica coeducación, acabar con el porno y el acceso de los más jóvenes a las redes sociales, puede salvarlas. Y cuando hablamos de coeducación no nos referimos a esas ideas absurdas y carcas que tanto daño están haciendo; talleres sobre identidad de género y placer sexual en niños de 3 años, de porno bueno y porno malo. Esto aún nos aboca más al abismo. Hablamos de una educación transversal que ayude a los niños y niñas a percibirse como iguales, desde el respeto y la aceptación de cada persona, que elimine los estereotipos de género en vez de afianzarlos y que dote a nuestras niñas de las herramientas necesarias para poder construir su futuro libre de violencia. En nuestras manos está su futuro, y por ende el de la sociedad que queremos.]

Pues, la singular metodología patriarcal, practicada y conocida como “cultura” tiene su punto de partida en la rebelión de la horda primordial arribando al procedimiento “democrático” de tener a su arbitrio, todos los “machos”, el derecho de posesión sobre los objetos – hembras. Las sucesivas conquistas “culturales” del patriarcado a través de la etapa animista, religiosa y científica no dejaron ni deja de tener como primordial premisa, la inferioridad de lo femenino y reposa en la ampliación del sometimiento en todas las áreas, que “permite” a la mujer ocupar lugares en el ordenamiento del poder, pero cumpliendo el mandato patriarcal. Tendencia del patriarcado a la supresión del carácter feminista, retrotrayéndolo al estado psíquico en el cual habrá surgido el horror a la castración, y su repugnancia y su desprecio a la mujer no poseedora del falo; es decir del “poder”.

Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.

El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

El feminismo es única y absolutamente la mujer”

Un travesti o un trans; no es una mujer

El discurso de la acción femeninológica, de mi ciencia de lo femenino (Femeninologia), expone al varón frente a aquello que ha silenciado en el pasado; el fundamento agresivo que encubre con su hipócrita moral y ética patriarcal, que se demuestran insostenibles en el presente.

Buenos Aires

Argentina

5 de diciembre de 2024

Osvaldo V. Buscaya (1939)

Psicoanalítico (Freud)

*Femeninología

*Ciencia de lo femenino

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Solas ante el abismo

por Candela Aguilar

Hace tiempo que algo me asfixia por dentro, es como una garra que me aprieta, oprimiéndome los pulmones y el corazón y provocando una sensación de ahogo y de oscuridad de la que en momentos me ha sido difícil salir. Sabía que para liberar un poco de esa angustia tenía que escribir algo, pero es difícil escribir cuando algo quema tan adentro y cuando tienes que hacerlo de manera objetiva, sin pasiones, para ayudar a las niñas y adolescentes y alejarlas de un destino cuanto menos funesto, que es el que ahora mismo tienen ante sí.

Para contextualizar un poco diré que trabajo con adolescentes, chicos y chicas de familias desestructuradas y que han crecido en entornos difíciles. Para contextualizar aún más diré que aproximadamente el 99% de los adolescentes que atiendo son chicos. Otro día me gustaría hablar del androcentrismo con el que aún se siguen pensando y creando los servicios de atención a personas en situaciones de vulneración de sus derechos, pero hoy no va a ser ese día, hoy el tema que nos atañe es otro. Sus edades están comprendidas entre los 14 y los 16 años.

Desde que trabajo con ellos vivo la violencia y sobretodo la violencia machista en mi día a día y es una losa, más bien una muralla tan grande, que necesitaríamos un ejército entero de personas golpeando día y noche para derrumbarla. Me cuesta escribir porque no puedo hablar de situaciones concretas que me han herido en lo más profundo de mi ser, porque muchos de los casos aún se están dirimiendo en la justicia y porque no quiero ni personalizar ni señalar a nadie ya que esto es un problema de todos y todas y por desgracia está en todas partes.

Yo crecí en la década de los 90, en pleno apogeo de las “top-models” y no fue fácil ni para mí ni para otras muchas niñas de mi generación. El patrón de mujer perfecta que se imponía era imposible de alcanzar, yo siempre he tenido una constitución atlética, pero ni eso servía para poder ocupar un puesto en la lista de mujeres perfectas. Los 90 también fueron la década de la anorexia y la bulimia, imposible no ver la conexión. Por suerte el porno no era algo tan extendido, el acceso era muy complicado para las chicas y los chicos y además su contenido era mucho más light que el que ven nuestros jóvenes hoy en día. Para ver prácticas extremas tenías que buscarlas con ahínco y eran consumidas de manera más residual. Hoy en día solo hay que echar un vistazo al porno más consumido para darse cuenta que las prácticas más brutales de sometimiento, violencia y cosificación de la mujer están a la orden del día y modelan a nuestros hijos, haciéndoles creer que eso es lo normal en una relación. La teoría de los hipervínculos nos indica lo peligroso que es el consumo de porno para los cerebros de los adolescentes, ya que crean hipervínculos entre excitación sexual y violencia y luego tienen que buscar eso en sus relaciones sexuales para sentir placer. Estamos creando pequeños monstruos y aunque lo vemos no hacemos nada para evitarlo. Las niñas también ven ese tipo de porno, aunque en menor medida, y así también interiorizan una manera de mantener relaciones sexuales extremadamente violenta donde sus cuerpos son usados para el placer del otro. Esto puede provocar una hipersexualización y exposición a prácticas sexuales de riesgo o a rechazar el ser mujer y buscar en un hipotético “cambio de sexo” una salida a ese sufrimiento, igual que pasó en los 90 con la anorexia hoy en día está pasando con el fenómeno trans, donde los casos de niñas que no quieren ser mujeres ha crecido de manera exponencial. Para ampliar la información al respecto recomiendo la lectura del Informe Trànsit realizado por Femistes de Catalunya donde a través de un gran trabajo recogiendo y analizando los datos de las personas atendidas por el Servei Trànsit, servicio de referencia en la atención a las personas con disforia de género en Cataluña, podemos entender el gran problema al  que nos enfrentamos en la actualidad, dicho informe se puede leer aquí: https://feministes.cat/es/publicaciones/informe-transit-cataluna-2022. También existe una tercera vía, que es la de aceptarse y quererse, la de imponer límites y decidir qué quieres y qué no, pero hablamos de la adolescencia, una etapa convulsa donde la aceptación por parte del grupo de iguales es casi más importante que la aceptación propia.

Y la realidad que nos encontramos es que nuestros niños y niñas crecen en un mundo donde el porno es su única educación sexual y al que acceden incluso antes de saber que es el sexo. Donde las redes sociales son una extensión de la realidad que viven, incluso a veces más importante que la propia realidad y donde nuestros adolescentes aprenden qué es el modelo de hombre y mujer que se espera de ellos, modelos rancios y sexistas donde ellas tienen que ser objeto sexual de consumo y ellos hombres profundamente machistas y misóginos. Ellos controladores y ellas mujeres sumisas, ellos independientes y ellas fervorosas esposas que pueden con todo y siempre están perfectas. Donde la música más consumida habla de las mujeres como objetos y vende nuestro empoderamiento  como una forma de liberación sexual que solo favorece al patriarcado. Todo esto forma un cóctel molotov que estalla en las más brutales formas de violencia perpetrada a nuestras niñas y adolescentes, violencias tales como agresiones sexuales, control absoluto en las relaciones o violencia machista en todas sus formas, actos invisibilizados e infravalorados por los propios jóvenes que los cometen o viven. Pintadas en las paredes de un parque clamando a la libertad de agresores sexuales, comentarios como “ella se lo ha buscado”, “ha denunciado para joderles la vida” o “es una zorra” son los discursos que les oyes a los amigos de chicos que han cometido una violación, “tú es que no la conoces a ella”. Devastador. Intentas hacer talleres de prevención de la violencia machista y sales totalmente hundida porque la realidad que te encuentras es tan brutal, tan sórdida, que es imposible no acabar un poco tocada. Sería imposible explicar lo que sucede en estos talleres, los comentarios y los discursos de nuestros jóvenes, lo interiorizada que tienen la violencia hacia las mujeres. Y lo peor es que no es sólo cosa de los chicos a los que atiendo, porque cuando les pregunto a las personas que vienen a realizar el taller si esto lo ven siempre, en otros colegios e institutos, su respuesta siempre es afirmativa, y eso asusta.

Y yo siempre me pregunto, ¿y ellas qué? ¿Las vamos a dejar solas ante el abismo que tienen delante, desprotegidas? Son niñas que están a medio camino de ser mujeres y la perspectiva que tienen delante no es precisamente halagadora. Solo una auténtica coeducación, acabar con el porno y el acceso de los más jóvenes a las redes sociales, puede salvarlas. Y cuando hablamos de coeducación no nos referimos a esas ideas absurdas y carcas que tanto daño están haciendo; talleres sobre identidad de género y placer sexual en niños de 3 años, de porno bueno y porno malo. Esto aún nos aboca más al abismo. Hablamos de una educación transversal que ayude a los niños y niñas a percibirse como iguales, desde el respeto y la aceptación de cada persona, que elimine los estereotipos de género en vez de afianzarlos y que dote a nuestras niñas de las herramientas necesarias para poder construir su futuro libre de violencia. En nuestras manos está su futuro, y por ende el de la sociedad que queremos.